Reglas de Cortesía.
Saludar.
Como bien
sabemos, el saludo es, además de una forma de cortesía, una demostración de
afecto y amabilidad.
Cuando una
persona se encuentra en un lugar concurrido es correcto dar los buenos días o
buenas tardes aunque no se conozcan a las personas presentes, en la calle en
cambio solo se acostumbra saludar a los conocidos y el tipo de saludo va a
depender del grado de amistad o relación personal o profesional y siempre debe
ser respondido dicho saludo.
Puntualidad.
Esta es una
de las normas más elementales de la cortesía, ya que como seres humanos somos
desconsiderados al hacer esperar a otras personas.
Cuando esta
falta ocurre se crea la sensación de robar el tiempo de los demás que bien pudo
ser aprovechado de una manera mucho más productiva.
Con
respecto a la puntualidad y su
valor, también se debe evitar generar la sensación de que vamos con
prisa, en caso de tener que marcharse, se debe comunicar sin nerviosismo y con
sencillez.
Saber
escuchar.
Para lograr
mantener una buena conversación, no solo debemos saber de qué hablar, sino que
una de las cosas más importantes es escuchar con atención y evitar tomar parte
de la conversación cuando realmente los pensamientos se encuentran muy lejos.
Se debe recordar
que posiblemente eso que no escuchó durante sus pensamientos podía ser lo más
importante de la conversación o un factor fundamental a la hora de que el
interlocutor nos pida nuestra opinión o, en casos más personales, nuestro
consejo.
Un mal conversador interrumpe y desvía la
conversación con diversos temas y sus relaciones sociales se convertirán pronto
en superficiales y vacías. Para evitar esto es necesario ser empático y tener una buena comunicación efectiva.
Sencillez.
Una
conducta sencilla y actitud confiada hacia los demás es uno de los elementos
más esenciales para construir el trato con la sociedad; una persona sencilla se
hace querer y respetar muy fácilmente ya que no existe algo que impida más las
relaciones personales que una actitud arrogante y vacía de respeto.
Las
personas arrogantes esperan recibir halagos y tratos especiales por parte de
los demás, mientras las personas sencillas tratan a los demás como iguales sin
esperar ser servidos o recibir consideraciones especiales.
Higiene.
Aunque no muchos lo considerarían una regla,
la higiene del hogar así como
la personal es un factor importante dentro de las relaciones humanas y de la
vida dentro de una sociedad. Es de mala educación presentarse en un evento, en
una vivienda o en cualquier lugar con mal aspecto e incluso mal olor.
Ostentación
Además de
ser un gran riesgo a nuestra seguridad, exponer al mundo nuestros bienes
materiales nos hace ver vanidosos y materialistas. Si existen cosas en la vida
difíciles de ocultar son el dinero, el amor y la educación, por eso no será
necesario expresarlo, la gente lo notará por sí sola.
La ostentación en una persona la coloca en
un lugar indeseado y además peligroso, muchas veces pasará a ser víctima de la
envidia o incluso podría ser considerada como una persona poco agradable.
Discreción.
Es una cualidad que no tiene precio. Una
persona que es indiscreta siempre supone un peligro para la convivencia y de
hecho puede llegar a convertirse en un gran problema.
Si la discreción se cuida con los asuntos
personales, mucho más debe hacerse con los asuntos ajenos, por ejemplo, es
preferible silenciar asuntos ajenos o personales que hablarlos sin necesidad.
Dominio
de sí mismo.
Como seres
humanos tenemos la necesidad de expresar nuestros sentimientos, pero en la vida
hay momento para todo. A pesar de que nuestro temperamento influye en la forma
que tenemos de exteriorizar nuestros sentimientos, se debe tener dominio de sí
mismo para saber expresarlo de forma adecuada.
Concisión.
No existe
mayor muestra de cortesía que el respeto ante el tiempo ajeno, es decir, una
persona que trata de ser breve y concisa es lo opuesto a aquellas personas
pesadas que hacen uso del tiempo ajeno con desconsideración. Lo correcto es
tratar los asuntos con el tiempo mínimo y si después se quiere prolongar la
entrevista que sea por placer.
Prudencia.
En las
relaciones sociales es fundamental el saber valorar y observar todos los
factores para poder mantener una actitud comprensiva hacia las opiniones ajenas.
Evitar
gestos o comentarios que resulten inoportunos o que puedan molestar a las
personas por el simple hecho de no concordar en una opinión, es una muestra no
solo de inmadurez, sino de carencia de respeto.
Cordialidad
y amabilidad.
Estos son solo frutos de una buena
educación. El saber encontrar las palabras adecuadas y los momentos oportunos
son características de las personas amables. Esto se demuestra con palabras,
con gestos y con acciones y una frase que bien lo describe es “tratar a las personas como quieres ser tratado.”
Por favor y
gracias.
Dos
palabras sumamente poderosas que tienen el don de abrirnos las puertas de
cualquier lugar. Son dos palabras que todo ser humano debe aprender y utilizar
en una sociedad de armonía, ya que nadie quiere que se le impongan las cosas y
mucho menos tratar con personas malagradecidas; en definitiva son rasgos de
personas corteses.
Vulgaridad.
El lenguaje
de una persona no solo denota su nivel de inteligencia, sino su grado de
educación, de modo que las personas excéntricas que hacen uso de expresiones
rebuscadas, cursis o vulgares rara vez son dignas de admiración.
Al igual
que las groserías, usar palabras con doble sentido demuestra muy mal gusto
cuando su segundo plano es un tema vulgar. Demuestra cortesía hablar
francamente, usando un lenguaje adecuado para cada situación y siendo prudentes
al hablar frente a cada tipo de oyente.
Serenidad.
Mantener
buenos modos va más allá de lo que decimos, también se trata de demostrar que
en algunos momentos es necesaria la serenidad, la lucidez y la estabilidad, lo
que quiere decir que cuando una conversación tome un matiz de discusión o
debate, una persona educada sabrá cambiar de tema o incluso responder de manera
adecuada y serenamente para obtener una solución provechosa.
Comprensión.
Cuando se
posee la capacidad de considerar y comprender a los demás, se deben pasar por
alto de forma elegante las equivocaciones ajenas sin hacer de ellas algo
trascendental.
También
resulta importante que en caso de darnos cuenta que la persona que está
manteniendo una conversación con nosotros no nos ha comprendido, evitar hacer
uso de expresiones que de alguna manera puedan mortificar su amor propio. Es
decir, aunque creamos que nos explicamos con claridad suficiente, es cortés
usar frases como “no tuve la fortuna de explicarme bien” o “sin duda no he
sabido hacerme entender” en lugar de hacer una exclamación que ponga en
evidencia a quien nos acompaña.
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